2 de septiembre de 2016

                                       EL LIBRO DE FÁBRICA (II)

      Además del producto de la venta de borregos, lana fina, trigo, avena, habas, garbanzos o aceite que servía para el sostenimiento de la Fábrica, como recogen los Libros de Cuentas que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Puebla de la Calzada, otros ingresos llegaban por otros medios. Unos, propios de aquellos tiempos y cuyos orígenes se remontaban a la Edad Media, y otros, más ásperos, aunque al mismo tiempo, por naturaleza, más reales y perdurables.
     El medio de financiación que hasta el siglo XVIII, desde allende la Edad Media,  fue una importante fuente de ingresos para instituciones como cofradías, hospitales, y parroquias, eran los censos. Comenzaba a desvanecerse su incidencia e importancia parecer, mediado el siglo XIX, víctimas de muchas causas y razones, entre otras, porque su esencia comenzaba a ser propiedad de prestamistas y bancos.
      El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define Censo como “Cierta carga (impuesto o tributo)”, y como “Contrato por el cual se sujeta un inmueble al pago de un canon, como interés perpetuo de un capital recibido o como reconocimiento de la propiedad cedida”. En resumen, los censos eran prácticamente un contrato hipotecario
     En el libro de Fábrica de 1834, la segunda partida que recoge los ingresos de aquel año detalla “34 reales y 10 maravedís, que se han cobrado de réditos de los censos que a su favor tiene esta fábrica”, citando además el nombre de los “pagadores”. Lo que no siempre era común, y no todos los años, se producían los beneficios esperados como se recoge en el libro de 1835 cuando dice que no existen “estos réditos porque no se ha cobrado ninguno
      Pero parece que el año 1833 fue más rentable, con los “Mil trescientos veinte y ocho reales y 4 maravedís que por réditos de censos atrasados y corrientes se han cobrado de los sujetos que a continuación se expresan” Entre otros, en una relación de 12 nombres encontramos a “Alonso Romo, atrasos y año de esta cuenta, 116 reales”, “Juan Pérez, atrasos y año de esta cuenta, 195 reales y 26 maravedís” o “Manuel Cardenal, atrasos y año de esta cuenta, 9 reales y 14 maravedís
     Y aunque una de las condiciones de los censos era que si el censatario dejaba de pagar, el censualista podía exigir el pago total de la deuda o quedarse con el bien que gravaba el censo, no siempre era ejecutable el derecho adquirido por el impago. En el libro de Cuentas de 1834, figura la siguiente “Observación: En la lista de resultas de censo que acompaña a esta cuenta, se notará que no está comprendida…., deudora de 2261 reales y 14 maravedíes por el que se había impuesto sobre las casas de su propiedad sitas en la calle Calzada. La poseedora murió sin otros bienes con que atender a este descubierto más que el edificio casi del todo arruinado, razón por que no se solicitaba por morador alguno. En este estado se pretendió el solar por Don…… , y como la Fábrica carecía de escritura de imposición y de todo documento que compruebe pertenecerle tal censo, de lo cual se apoyaron los anteriores poseedores para resistir el pago, convinieron los señores Alcaldes, con anuencia del Párroco y Mayordomo, en que se le concediese para que con plena libertad y sin gravamen alguno, edificase una casa donde vivir su familia, según lo ha hecho.
RECIBO PAGO AL MONAGUILLO - AÑO 1837 (A.H.M. P. CALZADA)

      No faltan otros medios de ingresos que, a la postre, resultan extraña y cotidianamente ciertos, inexcusables y reales como la misma cotidianeidad que los ataviaba y aún hoy los adorna. En 1834, se recoge el ingreso por “casamientos, falla de adultos, párvulos, misas de honras y votivas en el año de esta cuenta, 1098 reales”. En 1833, por aquellos mismos conceptos, se contabilizan ingresos por valor de 633 reales. Y en 1835, fueron 784 los reales cobrados “que han producido en el año de la cuenta los bautismos, casamientos, fallas de adultos, párvulos, misas de honras y votivas
     Posiblemente con alegría se contribuía a la Fábrica por los bautizos, de los que  tenemos detalles de los beneficios que produjeron en aquel tiempo. En 1838 se bautizaron 84 criaturas que supusieron, 168 reales. En 1839 “ochenta bautizos, 160 reales” y en 1840 fueron 102 las criaturas bautizadas que supusieron un total de 204 reales para las arcas de la Fábrica. Todo ello nos permite conocer que eran 2 reales los que se pagaban por un bautizo.
     Y al otro lado, los casamientos. No sabemos cuántos se celebraron en 1838, pero sí sabemos que aquel año “por los casamientos celebrados en casa y en la iglesia” se ingresaron 50 reales; en 1839 se produjeron menos casamientos porque fueron 32 reales los ingresos por dicho concepto, y en 1840 aún fueron menos los celebrados porque solo se ingresaron 24 reales.
     Vistos en el espejo frío del detalle y el guarismo, otros ingresos, su causa, tiñen de un cierto tono ceniza aquellas cuentas sencillas y, a veces, cargadas de enmiendas y tachaduras que, solo en ocasiones, alguien se paraba a salvar como corresponde.
       El Libro del año 1841, recoge las cuentas del colector, Francisco Casimiro Carrasco, “presbítero, como colector que ha sido en los años,  1838, 839 y 840, de los derechos correspondientes a la Fábrica de la Iglesia que he percibido como tal por los Entierros, Casamientos y Bautismos” con una casi exquisita profusión de detalles en cuanto a ingresos, pagos y cobros pendientes.
      Del año 1838, la primera partida recoge los ingresos por “entierros de adultos, 448 reales a que ascienden los celebrados sin misa, con una y con dos”; en 1839 fueron “336 reales a que ascienden los celebrados en dicho año con tres misas, con dos, con una y sin ella”, y en 1840, “370 reales que por el mismo concepto han producido los entierros” Pero además, en 1839 se registraron “25 reales de cinco entierros de párvulos”, en 1839, “igual cantidad por el propio concepto” y en 1840, “15 reales que por el mismo concepto han correspondido en el año que se anota
    Otra vía de ingresos  eran las testamentarías. Mediante las que los finados legaban bienes o dinero a la iglesia, aunque no siempre aquellos deseos llegaban a buen fin. Como se detalla en 1834, cuando con el epígrafe de “Deuda” se reflejan “170 reales que debe la testamentaría del Presbítero Don Gómez Hernández Bejarano” Y otros “486 reales y 24 maravedís que igualmente adeuda a la Fábrica la Testamentaria de Miguel Rastrollo
      No por triste, resulta menos real comprobar, como también se reflejan con casi una exacta profusión de detalles, las deudas generadas por “los entierros que no se han cobrado”.
      Lo que, a pesar de todo, nos permite saber que los derechos de entierro de adultos se cifraban en 10, 20, 32 y hasta 72 reales, hemos de creer que en función del tipo de sepelio (con tres misas, dos, una y sin ella). Posiblemente la misma razón era la que fijaba los derechos de entierro de “párvulos” en 2 y 5 reales, de los que si en 1838 fueron dos “los impagos” en 1839 se reflejan 9 párvulos cuyo enterramiento se refleja como impagado.
      En definitiva, la propia vida respira en los trazos ocres y apagados del libro de Fábrica; la vida que un día, ya desdibujado tras el velo del tiempo y perdido en la callada voz del recuerdo. Y aunque la muerte  no entiende de riqueza ni pobreza, tal vez buena parte de aquellos impagos, y otros muchos, reflejados en los distintos libros de Fábrica de aquel tiempo se debieran a gente que además de perder a sus seres queridos, no tenían ni dos reales para pagar al barquero el tránsito hasta la otra orilla de su hijo.


4 de agosto de 2016


                                                    EL LIBRO DE FABRICA

    Se quiere datar el nacimiento de hermandades y cofradías, como asociaciones destinadas a fines benéficos o dedicadas al culto público, entre los siglos XIV y XV, aunque experimentarían un importante auge en los siglos XVI y sobre todo en el XVII. Al frente de ellas, siempre hubo un mayordomo, o encargado de administrar sus ingresos y gastos.
     El Libro de Visitas de la Orden de Santiago, nos da a conocer que en 1604 existían, cuando menos, en Puebla de la Calzada las cofradías de Santiago, Santo Toribio, del Hospital y de los Mártires, y sus mayordomos presentaban el detalle de apenas unos reales que ingresaban y unos pocos más que gastaban o invertían en mantener una exigua hacienda de parvos bienes materiales. Tal vez se viniera produciendo con anterioridad pero por la falta de documentación, es en 1769 cuando encontramos el nombramiento de mayordomo de “Ntra. Sra. de la Encarnación, titular de la Iglesia Parroquial”, y también de “la Fábrica de la única Iglesia Parroquial de esta villa


     Es propio asociar el término fábrica, con industria, taller, factoría, obra o inmueble, pero el Diccionario de la Real Academia Española dice que, en las iglesias,  fábrica es la “renta que se cobraba para repararlas y costear el culto divino”, y también “fondo que solía haber en las iglesias para este fin”. Así, el libro de la fábrica de la iglesia, recoge los recursos, y su movimiento, destinados a proveer todo lo necesario para el culto y el mantenimiento del edificio.  

     Aquellos fondos, la fábrica, eran el resultado de las aportaciones recibidas, entre otras, por un buen número de funciones, cotidianas y extraordinarias, que necesariamente habían de converger en la iglesia como propias. Y de las que se encargaba el sacristán. Teniendo  en cuenta que el sacristán podía ser laico o religioso, era en este último caso cuando ejercía también de colector, “eclesiástico a cuyo cargo está recibir las limosnas de las misas”. Que también el colector debía rendir cuenta de los productos que manejaba y de sus rendimientos por el buen uso de los mismos y su buena administración.
       Se han perdido los libros de cuentas del resto de cofradías, salvo los del Santo Hospital de Pobres desde 1640, y apenas los datos de unos pocos años han llegado hasta nosotros del libro de fábrica de Puebla de la Calzada, que se conservan en el Archivo Histórico Municipal. A su pesar, nos dan una idea clara, teñida de la dificultad de aquellos tiempos, de la situación que atravesaba.
        El libro de fábrica de Puebla de la Calzada del año 1834 recoge entre sus fuentes de ingresos “130 reales de 13 borregos vendidos a 10 reales cada uno” además de “503 reales y 17 maravedís, valor de nueve @ y media de lana fina vendida cada una a 53 reales” y los “34 reales y 10 maravedís que ha cobrado de réditos de los que a su favor tiene esta fábrica” y otros “440 reales que aparecen en poder de D. Francisco Casimiro Carrasco, procedentes de la colecturía del año de 32”. En 1835 se recogen “416 reales, valor de 26 borregos vendidos a 16 reales cada uno” además de “660 reales a que asciende el valor de 60 fanegas de cebada que se han vendido a once reales cada una”, o los “125 reales valor de dos fanegas y seis celemines de garbanzos que se vendieron a 50 reales fanega
     No daba aquella economía para demasiados ingresos que, en contrapartida, debían financiar los pagos necesarios y casi obligados.

     Entre los pagos de 1834 figuran “200 reales pagados al Sr. Cura por su asignación, 195 reales pagados a D. Francisco Casimiro Carrasco por sus derechos de tal”, los “220 reales al organista Diego Fernández Zarrabeitia, en ausencia de su hijo Antonio, por su asignación anual” o los “360 reales que les están asignados, pagados a los monaguillos que sirven en la parroquia

       Que corresponden al año completo de dos monaguillos, como se desprende de los recibos de pago extendidos por el mayordomo en Abril de 1837 a “Francisco Cacho, Monaguillo de la misma la cantidad de 15 reales por el mes de la fecha” y también a “Juan Antonio Lemos, monaguillo de la misma” se le pagaron “treinta reales que le corresponden por los meses…” Este recibo, firmado el 3 de octubre, dice que corresponden a los meses de octubre próximo y noviembre presente”.


      Existen también en aquel año el pago de “364 reales para la compra de seis @ de aceite, asignadas anualmente a la lámpara del Santísimo” o los “160 reales por el vino consumido en la celebración de Misas en todo el año”. Se pagó también al carpintero “por la construcción y madera de un “marco para la ventana de la Capilla del Rosario, compostura de dos facistores y hechura con madera de una mesa de tres varas con dos cajones, tiradores, fechaduras y llaves para la sacristía”, y al latonero, al que se le pagaron 165 realespor la hechura de una ventana de cristales para la capilla del Rosario, componer sus cuatro faroles y el del óleo”; o los 300 reales pagados al albañil por “un jornal y el de un peón, correspondiente a veinte días que invirtió en componer la capilla de la iglesia y enladrillar la sacristía”. Además de los 30 reales que se pagaron “al fabricante de ladrillos, valor de 600 que se le compraron para solar la sacristía” o los 240 reales pagados a “la Lavandera, Costurera y Planchadora por asistir la ropa de la Parroquia

     En 1835, entre otros, se reflejan 200 reales para “reedificar un pedazo de la casilla de la Iglesia, que estaba arruinado y en el día se encuentra abilitado” [sic], 152 reales “por refregar, sacudir y asear toda la parroquia con renovación de pintura en la cenefa que rodea toda su circunferencia interior”, 85 reales “por valor de un ule para el altar mayor” [sic] o los 10 reales “pagados al amanuense que formo las listas de cobranza de censos y rentas”.

      En 1838, los gastos más importantes se hicieron en pagar 339 reales “por las 6 @ de aceite asignadas a la lámpara del Santísimo”,  comprar “4 docenas de escobas, 13 varas de encajes, 4 ropones, tafetán para la banda, 10 libras de jabón para el aseo de la ropa, 2 cargas de picón, un ysopo de metal” [sic], en la “compostura de llaves de la Iglesia” y en “obras en la sacristía, con materiales”. El citado Francisco Casimiro Carrasco, firma el 28 de diciembre de aquel año, un recibo “como Sacristán de esta Iglesia Parroquial, recibí del Mayordomo de Fábrica la cantidad de 168 R.V. que como tal sacristán se me tienen asignados


      Llama especialmente la atención, el capítulo de ingresos reflejados de aquellos años y sus detalles, así como el de deudas, principalmente referidas a aquellos actos y ceremonias que, habiendo generando unos ingresos, habían resultado impagados.